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Porque...



No hubo forma de configurar la plantilla del blog para que pudiera ser leído por todos los que usan otro navegador distinto de Internet Explorer.
Teniendo en cuenta que cada vez son más las personas que usan otros exploradores, Mozilla Firefox, por ejemplo,
valió la pena tomarnos todo el trabajo de reconfigurar el blog.

Pronto tendremos que hacer bastante de ese trabajo de nuevo cuando quede en funciones mi pagina web... pero mientras tanto, con el cuaderno más o menos pasado en limpio, podremos empezar a actualizar. Tengo muchas cosas en carpeta para publicar asi que... iran llegando en los proximos dias y horas!!

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Amigos especiales de la casa

martes, 26 de febrero de 2008

Algo de Frida

Llego sola, casi como si me colara a último momento en el grupo reunido alrededor de un joven de no más de 22 años que parece ser el guía. Mientras me acerco, los escucho comentar.
Estamos en el garaje de piso de piedra y rodeado de murales de piedra de la Casa Azul de Coyoacan, México, la casa natal de Frida Khalo.
Llego sola y apurada, sobre la hora después de haber perdido un poco el rumbo en la plaza central de Coyoacán. En México parece que a todas las plazas centrales se las llama “Zócalo”. Todavía resuenan en mis oídos las respuestas a mis preguntas de cómo llegar: y antes de la respuesta casi resignada, una pregunta sorprendida: “Pero cómo? Va ir sola? Otro “parece”: parece que en México alguna gente se sorprende si una mujer viaja sola...
Estoy en un intermedio entre talleres y conferencias, un día de escapada entre actividades con dos grupos distintos durante diez días en el Distrito Federal. Poco tiempo para visitar otros lugares. “Pero la casa de Frida Khalo, ésa, no la puede perder”.
Me voy en un “escarabajo” blanco y verde, preguntándome si será de los taxis “oficiales” o no. Estamos en 2001, mucha gente me avisa que tenga cuidado con los taxis. ¿Cómo reconocerlos? -pregunto- “Sólo si los llama desde su casa” me cuentan.

Pasaron muchos años y me detengo a pensar que debí contar esta historia antes, ponerla en palabras. La relaté verbalmente en dos ocasiones, creo. Siempre me volvió a dar escalofríos. Y me debía esta historia.

El hall de entrada de la Casa Azul tiene una hermosa lámpara colgante en forma de estrella. Y hay esqueletos en papel maché –típicos, me dicen- de los que no puedo sacar fotos. Nada en la casa puede fotografiarse.
El guía está contándole al grupo de gente que es allí en el garaje, donde Diego Rivera hizo sus murales de piedra, donde comienza la visita. Iremos atravesando las habitaciones de la casa y podremos preguntar lo que queramos. Al ir parando en distintos lugares el guía nos irá haciendo una historia más amplia. Me sumo al grupo, no traje nada, ni mi cuaderno de notas ni mi lapicera. Y voy mirando todo con interés. Hasta ese momento, aunque parezca mentira, no sé absolutamente nada de la pintora mexicana.
Siguiendo al grupo vamos aproximándonos a su dormitorio. Hace un clima agradable, estamos a comienzos de la primavera mexicana. Yo vengo de dejar el verano porteño (y mientras lo escribo recuerdo la música de Piazzolla) y entonces no puedo creerme que México acaba de dejar el invierno. Qué clase de invierno tendrá esta gente? Es un misterio. Los veo por la calle con una campera liviana y yo voy en remera, el buzo en la mano, todo el tiempo molestando, o atado a la cintura. Es uno de mis primeros viajes y la verdad, aún no he aprendido a simplificar con la vestimenta y las cosas a llevar en la mano.
Dentro de la casa está fresco y sin embargo, yo comienzo a sentirme acalorada. De pronto empiezo a vivir algo extraño: a mí que me cuesta muchísimo descubrirme el pulso y que sólo agitada puedo lograrlo, siento de una manera muy clara los latidos de mi sangre, en mis sienes, en el cuello… detrás de las rodillas. Mi sangre circular, caliente, como nunca la sentí. El guía está mostrándonos la cama donde Frida pasó tantos meses y meses de su vida, boca arriba, pintando, envuelta en su corsé de yeso, dibujando su diario, pintando, escribiendo su diario. Años de operaciones y nuevamente, años de convalescencia en esta pieza de donde Diego la sacaba levantándola en brazos. No acierto a explicarme la revolución de mi sangre pero soy cada vez más consciente de su torrente. Y cuando vamos pasando de a uno hacia el taller, contiguo al dormitorio, ese mágico lugar totalmente vidriado con vista al maravilloso jardín-selva con sonido de pájaros… ya es el aire que circula por mi nariz, que se pierde dentro de mi torax, que siento inundar mi plexo solar, mi abdomen… que vuelvo a sentir al salir caliente por mis fosas nasales, una vez más, entrar fresco a oxigenar mi sangre. Estoy sorprendida, estoy impactada por esa jugarreta de mi cuerpo. Estaría distraída con el relato, tal vez sea una casualidad.
Termina la visita, damos dinero al guía para agradecer sus historias y me voy a la casa del fondo que supo ser en su tiempo la habitación de los sirvientes, convertida ahora en pequeño-bar-librería-venta de souvenirs.
No me atrevo a fumar. Por todas partes cuelgan los famosos esqueletos de papel maché, algunos con guitarra y sombrero mexicano y siempre con el infaltable pucho en la boca. Pido un café y compro un libro con la biografía de Frida. Y las páginas me van llevando y de pronto me siento su doble en el siglo XXI: pequeña niña rebelde, atraída por la protesta tras una enorme pancarta, manifestando… Y me entero de su accidente, y de las múltiples enfermedades que contrajo luego a causa del mismo. Y una frase de uno de los médicos, que desde mi formación me parece absolutamente entendible: Frida tenía un destino trágico. Y sí tuvo tragedias, pero no hubieran sido tales sin su actitud trágica, sus frecuentes infecciones… Esta melancolía que actuaba como profecía auto cumplidora… Me siento de algún modo cerca de ella, no sé cómo, no sé por qué. Así que decido volver al recorrido, el mismo que hicimos con el guía. Y la secuencia se repite: en su dormitorio bulle mi sangre, en su atelier, estoy viva, respirante… Me lleno de aire y salgo, salgo a que me pidan un taxi para volver al DF.
Anochece, y antes de perderme en el bullicio de la plaza Coyoacan, donde grupos de jóvenes comienzan a reunirse para escuchar a los músicos, camino unas cuadras fotografiando la casa de Octavio Paz. Y pienso. De algún modo salí de ese lugar sabiéndome profundamente viva. Como animada por un soplo que me era extraño, sí, lo suficiente para extrañarme por su ajenidad. Y sin embargo estaba ahí para recordarme mi vida. Historia debida ésta… historia de vida…
Y creo que fue allí que me abandonó mi melancolía. A veces se asoma, la miro llegar. Y vuelvo a sentir el aire que respiro. Y se va por donde vino.
Es así. Nunca volví a ser la misma.









Verano Porteño, Astor Piazzolla

Frida Kahlo

Diego Rivera

Un excelente texto sobre la Casa Azul de Coyoacán

2 comentarios:

ARTURO dijo...

Hola,

Te comento que te inclui en mi lista de blogs amigos y publique un post acerca de "Itinerantes" junto con otros blogs que acabo de integrar a mi blogroll.

http://comoescanada.blogspot.com/2008/03/nuevos-amigos-en-el-blogroll-2.html

Te agradezco tus comentarios y participacion con nosotros.

Sobre Frida:

Cuando fuiste al DF?
Te comento que yo vivia a 15 minutos de su casa y del centro de Coyoacan.
Es una de las mejores zonas coloniales e historicas de la Ciudad de Mexico.

Frida supo transformar el dolor y el sufrimiento en Arte.

Como artista la admiro mucho, sin embargo no comparto sus posiciones politicas totalmente estalinianas y de devocion ciega hacia la URSS sin querer ver el lado obscuro del autoritarismo y falta de libertades que genera la llamada 'dictadura del proletariado'.

Si vuelves a ir no te expongas a viajar en esos taxis sola, la inseguridad en el DF es terrible.

Saludos
Arturo

Psicóloga argentina dijo...

Gracias, Arturo por la inclusión en tu blog, entré a ver y -qué entusiasmo! -hay otros lugares para recorrer donde no había estado nunca! Estoy armando con paciencia mi lista de blogs pero tengo que pedir asesoramiento "informático" para armarlo en tres columnas en mi blog. Ya pronto llegamos...

Sobre Frida:
estuve en el DF en marzo de 2001. Fui a dar unos talleres en el Instituto Tecnológico de Monterrey y otros en la Escuela Mexicana de Psicodrama, por eso, estando con dos grupos diferentes se me multiplicaban por dos las actividades y la vida social, así que quedó lamentablemente muy poco tiempo para "turistear".
A pesar de que Buenos Aires es un lugar muy difícil para conducir vehículos -y cada vez lo es más- me sorprendí por la forma en la que se maneja en México, tremendo!! Y si, pedía los taxis por teléfono para asegurarme... y finalmente los consejos de la gente pudieron más y no me animé a visitar la plaza Garibaldi mientras no tuviera quién me acompañara. Lo que cuentas de Frida y su posición política... Bueno, es todo un tema. Primero hay que situarse en la época. Me imagino que nosotros estamos "de vuelta" luego de haber visto demasiado de uno y otro bando y aún así hay mucha gente que sigue reaccionando "ingenuamente" a los fanatismos. Pero me has hecho acordar del malestar que vivimos con mi marido una vez en un espectáculo del trompetista cubano. Lo cuento en otro post para que tengan la oportunidad de verlo... Gracias por el comentario!