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Teniendo en cuenta que cada vez son más las personas que usan otros exploradores, Mozilla Firefox, por ejemplo,
valió la pena tomarnos todo el trabajo de reconfigurar el blog.

Pronto tendremos que hacer bastante de ese trabajo de nuevo cuando quede en funciones mi pagina web... pero mientras tanto, con el cuaderno más o menos pasado en limpio, podremos empezar a actualizar. Tengo muchas cosas en carpeta para publicar asi que... iran llegando en los proximos dias y horas!!

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domingo, 16 de diciembre de 2007

Photoshop, dibujo y arte-terapia

Desde el invierno pasado he venido cursando un certificado de Artes Visuales en la Universidad de Sherbrooke, que ya estoy casi por terminar. Es el único “papelillo” que me haría falta para que reconozcan en Québec mi experiencia como arte-terapeuta. He venido disfrutando de los distintos cursos de este certificado con la curiosidad de quien se reencuentra con viejos compañeros de juegos de infancia: mis horas de dibujo y de pintura al óleo de cuando era niña. O los ejercicios de modelado o de recortar papeles. De todos modos, son compañeros de juegos que nunca abandoné del todo ya que siendo psicodramatista, y trabajando con títeres y con técnicas expresivas no hay modo de dejar de conectarse con el juego y con los recursos plásticos (por muy crecida y doctora que una sea). Sin embargo, hay dos áreas en las que me he venido maravillando y divirtiendo en grande, con la sorpresa y el entusiasmo de estar transitando un camino nuevo, desconocido, un camino que jamás creí que iba a tener el tiempo de recorrer: la fotografía y el arte digital. De estos “pininos” que he venido haciendo en estas artes les iré compartiendo pequeños fragmentos. Uno de ellos es, por ejemplo, la foto de la cabecera: ahí me doy el gusto de traer con el maravilloso poder de la imaginación (y un poquito de photoshop, admitámoslo…) al porteñísimo obelisco de Buenos Aires mientras voy arribando a Montreal cruzando un congestionado Pont Champlain.
Pero lo mío es apenas un pequeño ensayo, porque aquí tenemos a una verdadera profesional, nuestra amiga Andrea, diseñadora gráfica y una verdadera especialista en el arte del Photoshop. Yo les recomiendo a todos que contraten sus servicios ya que en definitiva puede salirles muuuuuy barato. Por ejemplo, ¿ustedes saben lo bien que Andrea podría acondicionar su vestimenta? No se imaginan cuanto ahorrarían! Ustedes podrían ir vestidos con ropa que consigan en el Ejército de Salvación. Y Andrea luego les modificaría las fotos quedando como recién salidas de las mejores casas de diseño de Montreal, New York, o París. Otra forma : su fiesta de casamiento, 15 años o graduación: imaginen el ahorro que harían en mantelería, en catering… (¡Y ni hablemos del ahorro calórico!) Ustedes podrían poner sobre la mesa una simple ensaladita, pero después Andrea les crearía un servicio cinco tenedores a medida!
Y el lujo mayor: reemplace a su familia!!!!! Basta de pasar papelones con esa tía desarreglada y con cara de chusma!! ¿Le parece que su marido está panzón???? Pídale a Andrea una pequeña modificación y las fotos de su fiesta harán un mejor papel!!!
Andrea les puede enviar el trabajo terminado a vuelta de correo electrónico. (A los que necesiten, les hago el contacto y no les cobro ninguna comisión).

Esta vez va en serio (podré?):
El trabajo de photoshop, la fotografía y el cine tienen amplísimas aplicaciones en psicología. Lo iremos viendo luego.
Pero aún las aplicaciones del simple pincel, la pintura, el collage de papel, la pasta de modelar… una simple hoja de papel y unos lápices pueden obrar maravillas.
¿Cómo?

En un post aparte voy a explicar un poco qué es la Arte-Terapia y como trabajan los arte-terapeutas en diferentes países.
Pero ahora les quiero contar una experiencia mía profesional. Ha sido para mí una vivencia tan clara y tan fuerte que cada vez que la cuento me dan escalofríos. Y eso que ya han pasado… a ver cuándo fue? Ehhhh, 1996… Glup, más de diez años! Es más, van a hacer como doce!! Bueno, pero me conservo bien, eh??
En esas épocas de mi vida, mi trabajo estaba muy orientado hacia los pacientes con cuadros serios como la esquizofrenia, la depresión grave, la paranoia… Trabajaba en el hospital Borda, en una clínica psiquiátrica privada, donde los pacientes permanecían internados por largos períodos (algunos de manera crónica) y también un Centro de Día (la forma de tratamiento más común aquí en Québec) donde los pacientes asisten diariamente durante varias horas en distintas terapias y actividades pero luego, regresan a sus casas. Yo coordinaba un grupo de seis pacientes con diferentes técnicas, otras formas de terapia además de la verbal. En el grupo había una paciente a la que llamaré “Anita” para preservar su identidad. Anita tenía cerca de cuarenta años y sufría de una forma de esquizofrenia desde la adolescencia. Se manejaba de una manera bastante “normal” en diversas áreas en buena parte del tiempo, si se descuenta que rara vez podía hablar de sí misma y encontraba casi imposible expresar nada que tuviera que ver con lo emocional. Todo su discurso era “racional”. Tenía etapas donde “se iba” a algún lugar en el interior de sí misma y también se iba, literalmente, desapareciendo de su casa por largos períodos. Esos tiempos eran muy difíciles: dejaba de tomar su medicación, nadie podía controlarla, su familia no sabía donde estaba. Vivía de manera promiscua y había tenido ya muchos abortos, los tres últimos habían puesto en peligro su vida.
En la época en la que asistía al centro estaba bastante “tranquila” pero le costaba mucho pensar, conversar, tratar algún tema que tuviera que ver con su enfermedad. Y de esta manera tampoco podía dejarse ayudar para diseñar estrategias respecto de su vida.
Una tarde le propuse al grupo donde estaba Anita trabajar con un dibujo grupal. Se trataba de un gran desafío (no lo recomiendo si no se tiene un muy buen manejo de grupos y además, un conocimiento del momento particular del grupo en cuestión) ya que pondría en juego la capacidad de cada uno para estar con los otros, para dejar espacio, para tomar espacio en el grupo y para aceptar su ayuda. Pusimos una hoja de gran tamaño sobre el piso de madera y todos se sentaron a su alrededor en almohadones. Para trabajar solo tenían lápices de colores. La consigna los invitaba a elegir una parte del papel sobre la cual trabajar, hacer un dibujo, el que quisieran. Una vez terminado ese dibujo, a mi indicación, la hoja rotaría y cada uno tendría frente a sí el dibujo de otro compañero, el cual podría continuar, completar, o dejar como estaba. La consigna les recordaba esto de poder ponerse “en los zapatos del otro” ya que si bien cada uno tendría “vía libre” para trabajar sobre el dibujo del compañero, también sabrían que –al mismo tiempo- otro estaría haciendo eso mismo con su trabajo. El juego en si mismo nos proponía el desafío de aprender a estar con los otros y respetar los espacios de todos.
Anita se conectó con la tarea con total concentración: dibujó una rama de árbol sobre el cual ubicó un nido y dentro de él, tres huevos. Cuando llegó el momento de rotar la hoja al compañero siguiente, se concentró también en trabajar sobre partes del dibujo de su compañero. Mientras, otro de sus compañeros al que llamaré José, comenzó a completar la base del nido en el dibujo de Anita. José dibujó con otro color varias líneas que representaban un manojo de hierbas entre el nido y la rama. Al terminar la ronda de dibujos, cada uno podía expresar cómo se había sentido. José explicó el agregado que había hecho en el dibujo de Anita, más o menos con estas palabras: “bueno, yo decidí dibujarle unas hierbas porque me pareció que el nido estaba en el aire y que en cualquier momento se podía caer, así que le pinté las hierbas para sostenerlo mejor… para darle un poco más de base”. Todos los participantes verbalizaban de manera similar como se habían sentido y qué partes habían querido agregar en los dibujos. La sesión de trabajo terminó sin mayores detalles.
La semana siguiente, al comenzar el trabajo del grupo, Anita anunció que tenía que decirnos algo: por primera vez, con la voz trémula de emoción y hablando de sí misma nos contó que había conversado con su hermana pidiéndole que le ayudara a ver al médico para que le ligaran las trompas. Dijo que había entendido que no estaba en condiciones de cuidar de si misma y que cuando José completó su dibujo ella se había dado cuenta que ese nido eran sus tres abortos, los últimos que casi la llevaban a la muerte. Muchas cosas más podrían ocurrirle pero no dejaría que esto volviera a suceder.

Tal vez no lleguen a medir lo que esta experiencia supone para una persona cuya psiquis está tan dividida que no puede asociar un hecho con una emoción o una causa con una circunstancia determinada. Para esta paciente esa posibilidad de reflexión era casi cercana a lo “imposible”. ¿Qué logró en Anita lo que tantas sesiones “habladas” no lograron?
Lo que se logró fue una síntesis. Un atajo. Un camino nuevo que unió una escena con una situación. Un nido que se tambalea con alguien que puede ayudar a dar un sostén, una base. José dibujó para Anita una línea de apoyo donde Anita construyó un nuevo camino.

Una imagen construye una metáfora. Y con los recursos que nos aporta la arte-terapia podemos armar puentes y dibujar nuevas puertas en los laberintos.
Sin photoshop. Solamente con los tesoros que albergan nuestras mentes y nuestras emociones y la ayuda de otro que nos presta su sostén.

Hasta la próxima!

3 comentarios:

Gus dijo...

Hola, qué bien una psicóloga por acá!

Ya voy a volver a leerte con tiempo.

Por hoy valga un Felices Fiestas!

Gus dijo...

Te pongo un link en mi blog de fotos de Quebec y Canada.

Psicóloga argentina dijo...

Muchas gracias, Gus!!! Me gustaron mucho siempre tus blogs asi que lo considero todo un honor.

Muchas felicidades para vos y tu familia y un beso especial a Mabel.
Silvina