Mientras acompañaba a mi hija a la experiencia del “Boxing Day” (aunque sus motivos eran muchos más pragmáticos que aquellos de la investigación sociológica) me preguntaba sobre el origen de esta costumbre que contempla reservar el día 26 de diciembre para que los negocios abran sus puertas ofreciendo artículos con importantes descuentos.
La información que encontré sobre la historia del “Boxing Day” habla del feriado británico dedicado al fútbol. También existe el antecedente de ser el día de asueto que se les daba a los sirvientes después de Navidad, en el cual se les permitía ir a visitar a sus familias, llevando tanto las cajas de regalos como las cajas con las sobras de los banquetes.
“También el 26 las iglesias abrían los boxes de limosnas destinadas a los pobres y los aprendices de todos los artesanos del reino visitaban a los clientes, con cajas para recoger las "ayuditas".
Ya con eso solo como historia, no darían ganas de ir. Soy una convencida de que las palabras que usamos son absolutamente pertinentes por muy caprichosa que sea la lengua, porque por algo las usamos así y no de otra manera. Y también noto que las palabras que usamos condicionan como nos sentimos respecto de un hecho. Nunca se me había ocurrido buscar el origen del “Boxing Day”. El año pasado, por ejemplo, acababa de llegar y tenía tan poco resto para el stress de salir a hacer compras (con tantas variables nuevas que había que considerar), que decidí hacer como Diógenes, el filósofo que amaba recorrer los mercados para alegrarse de constatar cuántas cosas NO necesitaba. Solo que en mi caso, decidí adoptar la filosofía diogenística pero en casa.
Las hiperinflaciones de Argentina me habían dejado un retrogusto amargo: cuántos changos dejados en la esquina de una góndola del supermercado me habían sido literalmente “saqueados” frente a mis propias narices por gente que se apresuraba a acumular, no ya harina, aceite, fideos, tomates… arvejas… no sé, lo básico, aun ante la muy discutible fantasía de que todo aumentaría tanto que todos moriríamos de inanición, sino que lo que terminaba siendo saqueado era cualquier cosa, lo que hubiera en mi chango, desde dentífrico hasta limpiavidrios, pasando por cera para pisos o cajas para guardar casetes.* Uno podría preguntarse cuán operativas serían esas compras en un caso de real necesidad. También preguntarse si la memoria ancestral de las guerras que sufrieron nuestros europeos antepasados inmigrantes en Argentina podía condicionar semejantes compras compulsivas. La experiencia de mi país y porque soy un poquito paranoica tambien (o tal vez no?) me hace asociar el “boxing day” como el famoso pan y circo romano. Tendremos el gen humano de la manipulabilidad?. Y ya sea por la adrenalina que genera el ganarle de mano al de al lado, o desarrollar una logística más exitosa que el que llegó tarde sin haberse estudiado la circular, o por ahorrarse unos dineros que habremos gastado de todos modos de otras maneras…el disparador funciona, produciendonos una ansiedad tan real como el mejor video game. El caso es que el gran sistema del consumo sigue moviendonos los hilos desde arriba. Y no me vengan con que ustedes no!! Todos estamos inmersos, de alguna ignota manera, como con el aire que respiramos. Estamos todos contagiados!!
De todos modos, pensando en lo que nos sugieren las palabras, mientras a la hora señalada los negocios abrían sus puertas dejando pasar a “la foule”, yo tenía en mi interior la imagen del “Boxitracio” con sus infaltables guantes de box. (No piensen que soy vieja… lo vi en el canal “Volver”).
Ante lo inevitable, como decía Confucio, relájate y goza. Que aquí podría traducirse como “Bon magazinage!!!!!” o “Good buy”, según nos saludan los carteles en el Aeropuerto de Montreal.
La información que encontré sobre la historia del “Boxing Day” habla del feriado británico dedicado al fútbol. También existe el antecedente de ser el día de asueto que se les daba a los sirvientes después de Navidad, en el cual se les permitía ir a visitar a sus familias, llevando tanto las cajas de regalos como las cajas con las sobras de los banquetes.
“También el 26 las iglesias abrían los boxes de limosnas destinadas a los pobres y los aprendices de todos los artesanos del reino visitaban a los clientes, con cajas para recoger las "ayuditas".
Ya con eso solo como historia, no darían ganas de ir. Soy una convencida de que las palabras que usamos son absolutamente pertinentes por muy caprichosa que sea la lengua, porque por algo las usamos así y no de otra manera. Y también noto que las palabras que usamos condicionan como nos sentimos respecto de un hecho. Nunca se me había ocurrido buscar el origen del “Boxing Day”. El año pasado, por ejemplo, acababa de llegar y tenía tan poco resto para el stress de salir a hacer compras (con tantas variables nuevas que había que considerar), que decidí hacer como Diógenes, el filósofo que amaba recorrer los mercados para alegrarse de constatar cuántas cosas NO necesitaba. Solo que en mi caso, decidí adoptar la filosofía diogenística pero en casa.
Las hiperinflaciones de Argentina me habían dejado un retrogusto amargo: cuántos changos dejados en la esquina de una góndola del supermercado me habían sido literalmente “saqueados” frente a mis propias narices por gente que se apresuraba a acumular, no ya harina, aceite, fideos, tomates… arvejas… no sé, lo básico, aun ante la muy discutible fantasía de que todo aumentaría tanto que todos moriríamos de inanición, sino que lo que terminaba siendo saqueado era cualquier cosa, lo que hubiera en mi chango, desde dentífrico hasta limpiavidrios, pasando por cera para pisos o cajas para guardar casetes.* Uno podría preguntarse cuán operativas serían esas compras en un caso de real necesidad. También preguntarse si la memoria ancestral de las guerras que sufrieron nuestros europeos antepasados inmigrantes en Argentina podía condicionar semejantes compras compulsivas. La experiencia de mi país y porque soy un poquito paranoica tambien (o tal vez no?) me hace asociar el “boxing day” como el famoso pan y circo romano. Tendremos el gen humano de la manipulabilidad?. Y ya sea por la adrenalina que genera el ganarle de mano al de al lado, o desarrollar una logística más exitosa que el que llegó tarde sin haberse estudiado la circular, o por ahorrarse unos dineros que habremos gastado de todos modos de otras maneras…el disparador funciona, produciendonos una ansiedad tan real como el mejor video game. El caso es que el gran sistema del consumo sigue moviendonos los hilos desde arriba. Y no me vengan con que ustedes no!! Todos estamos inmersos, de alguna ignota manera, como con el aire que respiramos. Estamos todos contagiados!!
De todos modos, pensando en lo que nos sugieren las palabras, mientras a la hora señalada los negocios abrían sus puertas dejando pasar a “la foule”, yo tenía en mi interior la imagen del “Boxitracio” con sus infaltables guantes de box. (No piensen que soy vieja… lo vi en el canal “Volver”).
Ante lo inevitable, como decía Confucio, relájate y goza. Que aquí podría traducirse como “Bon magazinage!!!!!” o “Good buy”, según nos saludan los carteles en el Aeropuerto de Montreal.
Y ustedes, ¿qué se compraron?
* Después de esta frase, Linda, mi profesora de francés escrito II se explicaría por que a los hispanoparlantes nos cuestan tanto las frases cortas y no olvidar de poner el sujeto en cada oración. Tampoco aprobaría mi redacción: « introduction avec sujet amené, sujet posé, sujet divisé. Trois paragraphes et conclusion. Sinon, vous aurez perdre des points ! »
1 comentario:
El boxing day es la parte culminante de la locura consumista que se vive durante todo el mes de diciembre, y de todas las experiencias que he vivido en Canadá, la más cercana a viajar en el tren Sarmiento en hora pico.
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