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Teniendo en cuenta que cada vez son más las personas que usan otros exploradores, Mozilla Firefox, por ejemplo,
valió la pena tomarnos todo el trabajo de reconfigurar el blog.

Pronto tendremos que hacer bastante de ese trabajo de nuevo cuando quede en funciones mi pagina web... pero mientras tanto, con el cuaderno más o menos pasado en limpio, podremos empezar a actualizar. Tengo muchas cosas en carpeta para publicar asi que... iran llegando en los proximos dias y horas!!

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lunes, 26 de noviembre de 2007

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

En un grupo salio el tema de esa época en la que los hijos crecen y se van del nido.
A esta etapa de la vida suele identificársela como ese momento crítico del "nido vacío".
A pesar de que la palabra "vacío" formara parte de esta frase común que yo ya había escuchado y de la cual había hablado muchas veces, igualmente quedaron resonando en mí las palabras de una integrante que dijo: " debe ser difícil la etapa en que los hijos se van. Pero así es la vida y debe tener su lado positivo, lo importante es no llenar ese vacío con…"

Cada vez queda más claro para los que trabajamos con el cambio y la transformación humana y relacional que una manera de saber qué hacer con nuestras emociones es antes que nada identificarlas y diferenciarlas.
Parte de una crianza nutricia para un niño o niña es enseñarles que es muy diferente estar triste que nervioso, cansado que triste, angustiado que enojado… excitado que contento...
Diferenciar la sensación de "mariposas en la boca del estómago" puede ser básico si de lo que se trata es de darse cuenta que una está enamorada… que de si es presa del vértigo porque “vamos demasiado rápido". Ante cada una de esas dos situaciones la posición a tomar no será la misma.

Saber diferenciar las emociones es importante ya que la emoción es la base para saber cuál es la acción a tomar. Si uno puede detectar y diferenciar la emoción que está experimentando, entonces podrá pasar a ese segundo momento que es decirse: "bueno, siento esto… y me siento así porque… entonces me haría bien tomar este camino".

Mientras mis pensamientos recorrían estos senderos por los que ya había transitado, volví a preguntarme sobre esta cuestión del vacío. Menudo problema tenemos, en particular, nosotras las mujeres en esto de vincularnos con nuestros hijos. Las que los hemos gestado dentro de la panza "nos vaciamos" de ellos tras el parto. Y este cambio de nuestro cuerpo nos lleva –como sucede siempre con los cambios del cuerpo- a experimentar determinadas emociones.

Hay otras maneras en las que gestamos a nuestros hijos, y aquí coincidimos con las mamás adoptivas: los gestamos en ese “lugar” donde las mujeres seguimos siendo, en este reparto de roles que nos ha tocado por el género, ese espacio nutricio que se llena con nueva vida a la que hay que cuidar, alimentar, sostener, anticipar, significar, escuchar, hablar, nombrar… Sí. Todo eso. Y cuando apenas logramos acostumbrarnos a hacer más o menos bien todas esas funciones… también debemos agregar otras indispensables como: facilitar, dejar hacer, dejar crecer, dejar espacio, dejar arriesgar, dejar atreverse, dejar aprender, dejar equivocar. Y podría resumir diciendo que justamente se trata de esto: de "dejar".
El poder "dejar" ¿implica acaso que en ese lugar que los hijos dejan cuando se van se registrará, tras su partida, irremediablemente un vacío?
Quiero también dejar espacio para pensar que muchas mujeres aparentemente muy ocupadas con muchas cosas interesantes, profesiones estimulantes inclusive, podrían así y todo sentirse –al menos momentáneamente- vacías. Tal vez pueda ser ésta alguna condición que esté en consonancia con esta imagen de "parir" un hijo al mundo, vaciarse de su presencia física y reacomodarse por dentro.
Pero dado que son –somos- cada vez más las mujeres que hemos llevado adelante la crianza de nuestros hijos multiplicándonos a la vez entre profesiones, hobbys y proyectos apasionantes, tal vez nos demos cuenta que ya no es tanto en supuestos vacíos que debamos pensar. Quizás lo que se nos haga verdaderamente difícil, nuevo y sin recetas, es cómo registrar estos nuevos espacios que se nos crean y cómo podremos acostumbrarnos a esa nueva libertad… Cómo soltarse el corsé de los horarios y las obligaciones inmediatas… Cómo respirar profundo y sentir mucho aire, adentro y alrededor, mucha energía que se puede volcar, sin presión y sin tanta duda, y sin culpa, claro, en otras pasiones, sean éstas tanto del disfrute como de los nuevos intereses.

¿Vacío o espacio? Falta de algo… ¿o la llave para lo nuevo?
Establecer la diferencia puede ser básico para saber de qué lado de la balanza se inclina más nuestra emoción. Porque si es un vacío… bueno, los ruidos estomacales no habría por qué salir corriendo a llenarlos. No, si uno puede esperar el tiempo suficiente para saber si es hambre o ganas de comer… o indigestión. A distinta sensación, otra acción.
Y si es espacio y libertad… Por las dudas, también hay que saber que a veces la libertad duele. O si no duele, al menos, al principio desconcierta.

¿Vacío o libertad? Todo un aprendizaje, entonces. Aún para las mujeres de nuestro tiempo.
¿Vacío o libertad? Aprendamos a establecer la diferencia para decirle "no" a las compulsiones y aceptar el derecho a transitar ese nuevo camino de opciones.

1 comentario:

Ale Marge dijo...

Mi nido no va a quedar vacío por unos añitos mas, pero qué verdad lo de las compulsiones!